Ratón Soltero era leñador. Un día, una joven lo invita a comer y lo desafía a una carrera: «si me pillas, me caso contigo». Cuando ya estaba a punto de atraparla, la joven se tiró al río y Ratón Soltero fue detrás. En el fondo del río, en un mundo maravilloso se escondía la Reina de las Aguas y una, dos, tres… ¡quién sabe cuántas princesas hermosas, todas iguales! ¿Cómo iba a reconocer el pretendiente a su prometida?
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Ratón Soltero era leñador. Un día, una joven lo invita a comer y lo desafía a una carrera: «si me pillas, me caso contigo». Cuando ya estaba a punto de atraparla, la joven se tiró al río y Ratón Soltero fue detrás. En el fondo del río, en un mundo maravilloso se escondía la Reina de las Aguas y una, dos, tres… ¡quién sabe cuántas princesas hermosas, todas iguales! ¿Cómo iba a reconocer el pretendiente a su prometida?
Tanto en la tradición europea como en la africana, un motivo que aparece con mucha frecuencia es el de la ayuda de los animales para superar pruebas o desempeñar tareas exigidas por los reyes o superiores. Los animales (pájaros, hormigas, abejorros…) se comportan de forma servicial, como recompensa a la bondad de los protagonistas. En este caso, una abeja, agradecida por la comida, ayudará a Ratón Soltero a reconocer a la joven. Esta misma prueba conoce un interesante paralelo en un cuento popular español recogido por José María Guelbenzu. Sin embargo, en ese caso es una mosca, la que ayuda a un cocinero a reconocer a la princesa, entre veintiuna hermanas.
También resulta común, dentro de este esquema, la figura del impostor que pretende, escondiendo su verdadera identidad, suplantar el papel del verdadero héroe. En este caso es un conejo el que aspira a ocupar el lugar del Ratón Soltero; pero el «burlador» no será capaz de ganarse la gratitud de la abeja y, aunque su astucia hará que se libre de un fatal castigo, la ambición y el engaño lo llevarán a un desenlace que conecta la narración con la tradición africana de los cuentos que pretenden explicar el origen de las cosas, los riesgos de los comportamientos y la relación entre los animales… Y finalmente, todos sabremos contestar a la pregunta de ¿por qué al conejo siempre le tiembla el hocico?
En el cuento aparecen representados dos mundos, terrestre y acuático, en dos escenarios distintos unidos entre sí. En el mundo submarino Marta Torrão refleja un ambiente fantástico mediante la recreación de un imaginario mágico, mientras que en el terrestre, la realidad se presenta de un modo más convencional. Esta ambivalencia se manifiesta también en la gama cromática empleada.
Texto de Paco Liván
Ilustraciones de Marta Torrão