El árbol tan poco árbol

Miguel A. Pérez Arteaga

ISBN: 978-84-9871-366-4

Hay selvas-isla, selvas-montaña y selvas-trampolín. En cada selva, claro, hay un lobo. También hay un alce y un caribú. El lobo se pasa los días corriendo tras ellos, hasta que los alcanza y se los come. Entonces busca otra selva. En esta selva no había lobo ni alce ni caribú, pero tenía un árbol en lo alto de una colina. Un árbol que no era como los demás: hablaba. No se le entendía nada, pero hablaba.

14,90

INFORMACIÓN

Páginas: 40 págs.

Encuadernación: cartoné

Medidas: 25x23 cm

Publicación: enero 2012

Hay selvas-isla, selvas-montaña y selvas-trampolín. En cada selva, claro, hay un lobo. También hay un alce y un caribú. El lobo se pasa los días corriendo tras ellos, hasta que los alcanza y se los come. Entonces busca otra selva. En esta selva no había lobo ni alce ni caribú, pero tenía un árbol en lo alto de una colina. Un árbol que no era como los demás: hablaba. No se le entendía nada, pero hablaba. —Nunca había visto un árbol tan poco árbol –dijo el lobo.

 

Entre Cambrils y Mont-roig, en Tarragona, hay una playa escondida; para llegar a ella hay que pasar por una riera y por una playa de grandes piedras. Entre esas piedras se acumulan basuras que trae el mar: cajas de pescado del puerto cercano, alambres oxidados, latas, trozos de madera de los árboles que arrastran las riadas… De ahí parte Miguel A. Pérez Arteaga para crear este álbum singular.

 

“Los materiales que encuentro en la playa me hacen pensar en África” –dice Miguel Ángel. Por eso, el autor ha escogido ilustrar una antigua fábula africana. Pensando en los objetos que tiene, modifica la narración, acorta los diálogos y construye los espacios, y crea un ambiente poético e inspirador. En él, conviven un árbol que habla y un lobo que se cree muy listo, en una historia que representa la figura universal del burlador burlado: el lobo persigue alces y caribús en una carrera sin fin, de selva en selva, hasta que cae en su propia trampa.

 

Miguel A. Pérez Arteaga crea escenas, como una excusa para jugar con los tesoros que le ha regalado el mar, y compone una especie de teatro de bolsillo por el que pasan los personajes como en una vieja película de cine mudo.

 

Los personajes principales, elaborados con cartón reciclado, son como actores ante un decorado de madera. Las islas trampolín o islas montaña, a su vez, nacen de los propios objetos. Los elementos funcionan como un puzle que se ordena en diferentes combinaciones.

 

Con el uso de materiales cercanos, el autor busca educar y desarrollar la sensibilidad artística y creativa, fomentar el amor por lo reciclado, por lo imperfecto, y motivar a los lectores a construir sus propias historias.

 

El juego espontáneo con los objetos cotidianos se manifiesta de modo natural en los niños; pero más allá del disfrute, significa también un aporte al conocimiento. A través de estas experiencias, nace la comprensión del espacio y del volumen y la creación de nuevas formas.

 

Por esa razón, cuentos como El árbol tan poco árbol invitan a los más pequeños a descubrir objetos y a utilizarlos como medio de expresión plástico, percibir formas y texturas, ubicarlos en el espacio para crear un significado y manipularlos elaborando historias, interiorizando acciones y proyectando en ellas sentimientos y sensaciones. Todo esto constituye una importante base para el conocimiento y es clave para desarrollar la expresión plástica en la etapa infantil.

 

La observación de imágenes construidas con este espíritu y la comprensión de esta historia ayudan a ampliar la capacidad perceptiva para desarrollar la sensibilidad estética, y abren las puertas a la construcción individual o colectiva.

 

Texto e ilustraciones de Miguel A. Pérez Arteaga

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