Una ballena solitaria que recorre el mar buscando a su manada. Un cazador que la persigue sin descanso y no parará hasta darle alcance. Dos protagonistas, y como escenario el inmenso y misterioso océano.
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Una ballena solitaria que recorre el mar buscando a su manada. Un cazador que la persigue sin descanso y no parará hasta darle alcance. Dos protagonistas, y como escenario el inmenso y misterioso océano.
En un claro homenaje de la autora al clásico de Herman Melville, Moby Dick, y en la línea de la tradición de los mejores relatos de aventuras, Paloma Sánchez firma esta narración épica que OQO editora publica dentro de su Colección Q.
Se trata de una epopeya moderna sobre la lucha de un hombre contra las fuerzas de la naturaleza, pero la obra ofrece además otro nivel de lectura más intimista. Porque esta también es una historia que habla de soledades: la de un viejo lobo de mar en su barco y la de una ballena que un día perdió a su grupo en una tormenta.
La autora fragmenta el discurso narrativo en escenas. Cada una comienza con un verbo: Amanece… o Anoche… seguido de puntos suspensivos. Así sabemos que al día le sucede la noche, y a cada noche otro día, en una sucesión que parece no tener fin. Pero al cazador nada le importa, salvo capturar a su presa. Su obsesión no conoce límites, es eterna.
Iban Barrenetxea, en este primer trabajo como ilustrador de álbum, opta por eliminar cualquier elemento superfluo que pueda distraer la atención de los dos protagonistas de la historia. El marino que dibuja es un hombre recio, curtido, centrado únicamente en su persecución, por eso siempre aparece agarrado a su arpón, incluso cuando duerme. Junto a esta faceta, el personaje presenta, sobre todo durante la noche, un lado más humano. Entonces el cazador aparece mirando al cielo, fascinado por la belleza que lo rodea, y su aspecto se suaviza mediante el vestuario (camisón y gorro de dormir). En esos momentos ya no desea luchar contra la naturaleza, sino fundirse con ella.
Las ilustraciones tratan de reflejar la soledad de los personajes y también sus estados de ánimo. Para recrear las emociones de los protagonistas, Iban recurre a imágenes surrealistas como mares de hojas, de girasoles, de cadenas… Otras veces son el sol y la luna, con su presencia majestuosa, los que nos dan las pistas para interpretar lo que vemos.
El ilustrador juega con el tamaño de los objetos. Ora son ridículamente pequeños (el minúsculo barco del cazador), ora desmedidamente grandes, como los instrumentos (una brújula, un farol, un catalejo) con los que el cazador trata de localizar sin éxito a la ballena. Guiños que le sirven para introducir una nota de humor, y a la vez para poner de manifiesto, de una manera muy visual, la inutilidad de los esfuerzos del hombre frente al poder de la naturaleza.
Pero el álbum aún nos reserva una sorpresa final: esa imagen enigmática de la guarda que muestra un barco cubierto de hiedras y un arpón abandonado, y que deja en el aire una pregunta para que los lectores la contesten. ¿Qué fue del cazador?
Texto de Paloma Sánchez
Ilustraciones de Iban Barrenetxea