—¡Hola! Me llamo Octavio. Me gustaría trabajar en el circo del fondo del mar, pero mis tentáculos son un estorbo: ¡no sé qué hacer con ellos! ¡Estoy harto de ser un pulpo!
Así de quejumbroso se nos presenta Octavio, quien lamenta su condición de pulpo y desearía ser un delfín para saltar y hacer piruetas o una ballena para echar chorros de agua con la potencia de una catarata.
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—¡Hola! Me llamo Octavio. Me gustaría trabajar en el circo del fondo del mar, pero mis tentáculos son un estorbo: ¡no sé qué hacer con ellos! ¡Estoy harto de ser un pulpo!
Así de quejumbroso se nos presenta Octavio, quien lamenta su condición de pulpo y desearía ser un delfín para saltar y hacer piruetas o una ballena para echar chorros de agua con la potencia de una catarata.
Este pequeño cefalópodo anhela lo que poseen los demás habitantes del fondo marino y él no tiene: la posibilidad de cambiar de color como ciertos peces o la afilada nariz de un pez espada. Por el contrario, detesta lo que lo hace diferente, único y especial: tener ocho brazos.
Es importante que desde los primeros años de la infancia, los niños y niñas conozcan los roles de las personas que conforman su entorno, tanto escolar como familiar (quién es cada uno, a qué se dedica…). Esto les permitirá descubrir los conocimientos o habilidades que son necesarias para cada una de las funciones que realizan. A la vez, tomarán consciencia de que no todas las personas poseen las mismas cualidades.
Sin embargo, lo que nos supone una limitación para algunas tareas, nos hace únicos para otras. Así se lo hacen ver a Octavio los delfines cuando este pretende emularlos haciendo piruetas: —Eres un pulpo, Octavio. Si intentas saltar, nos mancharás de tinta –le dijeron los delfines–. Pero con esas patas puedes andar y esconderte entre las rocas. En la misma línea, le anima el pez espada, cuando el pequeño pulpo se entristece tras ser rechazado por los peces de colores: —¡No hagas caso! –trató de animarlo el pez espada, al verlo tan triste–. Tú eres el único que puede dar abrazos. ¿Por qué te quejas? Este reproche final supone una llamada de atención para que advierta que la naturaleza de sus compañeros marinos —a quienes envidia— conlleva, además de ventajas, inconvenientes (no cuentan con extremidades, por lo que non pueden andar o abrazar). En cambio, todos ellos, al contrario que Octavio, están disfrutando de sus cualidades más que lamentarse de sus limitaciones, que cualquiera, en uno u otro ámbito de su vida, posee. Tomar consciencia de esto último, desde una edad temprana, es indispensable para conseguir un buen desarrollo de la personalidad y una actitud positiva hacia los demás. Octavio no llegará a este aprendizaje hasta que experimente por sí mismo las ventajas de ser un pulpo. Para ello, será determinante una experiencia extrema: el ataque de un tiburón. La autoestima y la autenticidad es el camino de la satisfacción para Octavio, quien finalmente encontrará su espacio, gracias al reconocimiento y valoración de las características de su cuerpo: puede soltar tinta. De este modo, consigue una imagen positiva de sí mismo y la aceptación por parte de todos los demás amigos del mar.
“Un punto común en todas mis historias es el de aceptar lo que eres (o tienes) y sacar el máximo partido de ello”, subraya Francesca Chessa, con un amplio bagaje como autora e ilustradora, aunque este es su debut en España haciendo doblete para retratar la historia de un personaje que convierte en “un don sus peculiaridades físicas”. Este álbum busca la aceptación de uno mismo y la valoración de nuestra identidad fomentando una actitud positiva que Francesca Chessa defiende y ejerce. “Se lo debo a mi madre, fue quien me lo enseñó”, valora la ilustradora. Por ello, la ambientación es colorista y vital, a través de una gama cromática de colores cálidos y alegres, entre los que destaca el azul, el amarillo y el rosa. Para dar vida a sus personajes, la autora escoge un estilo desenfadado que desprende optimismo y humor. La galería de personajes con la que presenta el fondo marino ofrece amplias posibilidades de recreación visual para los más pequeños, que descubrirán detalles en cada nueva lectura y en todas ellas irán apuntalando un poco de amor propio.
Texto e ilustraciones de Francesca Chessa