El cartero subió, subió, subió por la escalera.
Llamó a la puerta:
¡Din-don! ¡Din-don!
No había nadie.
Dejó la carta en el suelo… …
y bajó, bajó, bajó por la escalera.
14,90€
El cartero subió, subió, subió por la escalera.
Llamó a la puerta:
¡Din-don! ¡Din-don!
No había nadie.
Dejó la carta en el suelo… …
y bajó, bajó, bajó por la escalera.
Esta acción la repiten, con el mismo resultado infructuoso, el zapatero, el jardinero y el panadero. De este modo, encima de la carta depositada ante la puerta del cuarto piso acaban acumulándose un par de zapatos, un ramo de flores y una barra de pan hasta que entra en escena una niña resuelta y pizpireta.
Al igual que el resto de personajes, la pequeña sube por la ya conocida –para el lector– escalera hasta el también consabido cuarto piso. Una vez allí, el relato da un giro inesperado, gracias a la espontaneidad y picardía de la pequeña que resuelve con gracia y de inmediato toda la trama.
La escalera es un cuento original de Beatriz Montero que recrea la adquisición del lenguaje en los niños de corta edad. Cada peldaño es una pequeña conquista de su mente. El cartero, el zapatero, el jardinero y el panadero suben la escalera y van dejando los nombres de sus oficios y algunos objetos ante la puerta. De este modo, aprenden poco a poco nuevas palabras y conceptos. “No entienden todas las palabras que escuchan, pero la repetición les ayuda a grabarlas en su memoria”, subraya la escritora.
Con este cuento, Beatriz Montero pretende despertar las capacidades intelectuales de los más pequeños. Por eso, tiene una estructura sencilla y repetitiva que facilita la memorización y el juego de interacción con los niños. “Subir y bajar la escalera dota al cuento de un movimiento divertido, por donde pasan personajes con diferentes oficios”.
Cada oficio es un escalón necesario en la vida cotidiana, y todos son igual de importantes. El panadero hace el pan para comer, el zapatero arregla los zapatos para caminar, el jardinero cuida las plantas y los árboles, el cartero reparte las cartas y nos conecta con los que viven lejos.
Y como todos son igualmente importantes, todos hacen lo mismo en el cuento: suben, llaman a la puerta, dejan un objeto, y bajan la escalera. “Conocer las diferentes profesiones ayuda al desarrollo social del niño en un mundo que está descubriendo”, incide Beatriz Montero.
El juego de onomatopeyas ( ¡Din-don! ¡Din-don!), reforzado por la ilustración, le da un tono lúdico a la narración y marca un ritmo que –en el caso de ser contada– permite la participación de los que la están escuchando. Al respecto, Beatriz Montero apunta que los niños muy pequeños necesitan que las huellas del cuento sean reiterativas y evidentes para recordarlas, memorizarlas y repetirlas.
“A los niños les gusta aprender de manera lúdica y afectiva”, apunta. Además, destaca que La escalera les ayudará a interiorizar conceptos espaciales: como “arriba y abajo” o “dentro y fuera” (la puerta cerrada que finalmente se abre).
Este relato muestra también una niña autónoma que toma por sí sola las decisiones de subir la escalera, recoger las cosas que están en el suelo, ponerse las flores en el pelo, colocarse los zapatos y comerse el pan. “La independencia proporciona confianza y autoestima. Por eso la niña grita ¡Ábreme!, porque tiene la seguridad de que su abuelo le va a abrir la puerta”, aclara Beatriz Montero, quien busca con este final incidir en la importancia de los lazos afectivos entre la niña y el abuelo: “ese amor que abre todas las puertas”.
La rapidez en el desarrollo de las acciones hace más sencillo el seguimiento de la trama. Además, la construcción de la historia se produce de tal modo que despierta la curiosidad y alimenta el interés por conocer el desenlace.
El relato es perfectamente comprensible a través de las ilustraciones. Basta con seguir las peripecias de unos personajes divertidos y con estilo propio a los que da vida Raúl Nieto Guridi con “pocos aderezos” y jugando simplemente con el “lápiz” y ciertas “texturas”.
El ilustrador andaluz planteó la narración visual como “un juego” con una puesta en escena “divertida”. En él participan: “una escalera, unos personajes que suben y bajan y una niña que cierra la trama con ternura (y cierta picardía)”.
La escalera es representada en las ilustraciones como “un elemento suelto y cambiante”, al que Raúl Nieto le concede la misma importancia que a los personajes “y estos tienen su propia peculiaridad en función de su oficio”.
Así, todos están caracterizados de modo que, sin necesidad del texto, el lector reconoce la profesión. Además, el relato visual se desarrolla como si los personajes fueran elementos de una tramoya: “un conjunto de personajes de teatro para representar una obra alocada con un final feliz y divertido”.
Texto de Beatriz Montero
Ilustraciones de Raúl Nieto Guridi