Hacía tiempo que Gallo Pinto rondaba a la niña Juliana, y la vaca Remigia hizo de casamentera. El corral estaba revolucionado: las gallinas ponían huevos para hacer una tarta, los cerdos cortaban flores, un coro de ovejas ensayaba canciones para la ceremonia…
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Hacía tiempo que Gallo Pinto rondaba a la niña Juliana, y la vaca Remigia hizo de casamentera. El corral estaba revolucionado: las gallinas ponían huevos para hacer una tarta, los cerdos cortaban flores, un coro de ovejas ensayaba canciones para la ceremonia…
Una boda casi siempre es motivo de alegría, por eso todos en la granja estaban contentos, todos menos la Zorra de la Pineda, que no podía tolerarlo. El gallo se creía superior; su única pretensión era obtener regalos y tener a su servicio una sirvienta para resolver sus necesidades…
La zorra no dejaba de pensar en ello: ¿cómo se podía casar “su niña de plata” con un gallo tan vanidoso e interesado?
Juan Alfonso Belmontes nos invita a reflexionar sobre valores y sentimientos, tejiendo una emocionante y singular historia de amor; un triángulo en el que no faltan penas, celos, engaños, codicia, enredos…
La ilustradora, Natalie Pudalov, refleja a través de la imagen las características más significativas de la personalidad de los principales protagonistas:
La vanidad y el egoísmo son los rasgos más relevantes del Gallo Pinto, que camina garboso, con la cabeza alta y exhibiendo una fabulosa cola. Cubre el rostro con una máscara, simbolizando a alguien que oculta sus verdaderas intenciones.
Juliana, víctima del gallo, denota en su aspecto cierta fragilidad e ingenuidad.
Se adorna con flores y viste con sencillez. Los elementos de su caracterización inciden en la inocencia y pureza del personaje: es una lechera de mandil blanco como la nieve, su piel es de plata…
La Zorra de la Pineda es humilde y sabia. Aparece en segundo plano vigilando que su niña no caiga en la trampa del gallo.
Resulta significativo el modo en que Natalie dibuja los regalos de boda: dentro de burbujas. En realidad no son más que promesas vacías, frágiles como pompas de jabón, que corren el riesgo de desvanecerse.