Colección

Los siete hermanos chinos

Rodolfo Castro & André da Loba

ISBN 978-84-9871-243-8

14,90

Cantidad:
INFORMACIÓN
  • Páginas 48 págs.
  • Encuadernación cartoné
  • Medidas 25x23 cm
  • Publicación junio 2011

Los siete hermanos chinos… eran seis.
Aunque, al principio de esta historia, solo había cinco.
Vivían cerca del mar. Nadie podía diferenciarlos,
porque eran todos iguales.
Para no confundirse,
su madre les llamaba Li a todos.

 


Descripción

Los siete hermanos chinos… eran seis.
Aunque, al principio de esta historia, solo había cinco.
Vivían cerca del mar. Nadie podía diferenciarlos,
porque eran todos iguales.
Para no confundirse,
su madre les llamaba Li a todos.

 

Con este singular planteamiento da comienzo Los siete hermanos chinos. Esta adaptación de Rodolfo Castro cuenta con la original propuesta plástica de André da Loba, en un estilo alejado —y no por eso menos sorprendente— del mostrado en su primer trabajo con OQO editora, El oso y el cuervo, Premio Visual de Diseño de Libros 2008 en la categoría de ilustración.

 

Al contrario de lo que pudiera hacer pensar el inicio del relato, esta historia de la tradición oral china refuerza el mensaje de que, afortunadamente, no hay dos personas iguales. Además, nos recuerda que todos tenemos capacidades o habilidades que nos confieren una personalidad propia e intransferible.

 

Con el tiempo, los hermanos Li fueron capaces de hacer cosas con las que podían distinguirse. Li, el mayor, era capaz de tragarse todo el mar. El segundo Li tenía un cuello de hierro. El tercer Li tenía piernas elásticas. Al cuarto Li, el fuego no le hacía daño. El quinto Li podía aguantar la respiración durante mucho tiempo. Aunque todas las personas tienen capacidades, en diferente grado, estas no son, habitualmente, de carácter sobrenatural.

 

El sexto Li —sin ninguno de los dones extraordinarios de sus hermanos— se había ido de casa en busca de fortuna. Es la experiencia o el devenir de los acontecimientos lo que provoca que se desarrollen esas aptitudes y habilidades que, quizás, aflorarían con mayor dificultad cuando alguien está rodeado de individuos con destrezas increíbles.

 

Este relato incide en que todos somos necesarios, pues la acción más nimia o espontánea puede ser la aportación decisiva para resolver un problema. En esta historia, todos los hermanos colaboran —haciendo uso de su tremendo parecido y sus habilidades— en intentar salvar al mayor de los Li, injustamente condenado por la muerte de un muchacho, víctima de su propia avaricia. Finalmente, serán las lágrimas del sexto Li, inconsolable por la terrible suerte de su hermano, las que conseguirán evitar en la familia una muerte segura, a pesar del empeño de un emperador que parecía invencible.

 

El álbum Los siete hermanos chinos hace suyo el espíritu de David contra Goliat; donde un pequeño pastor vence a un todopoderoso guerrero gigante. En este caso, un fracasado y sin fortuna es capaz de derrotar a un emperador, cuya justicia era infinita, su enfado podía derribar montañas, la mirada encantar a las serpientes, los ojos podían ver hasta el infinito y su silencio era más intenso que el rugido de una tempestad. Este cuento demuestra que no hay arma más poderosa que la empuñada por los nobles sentimientos y destreza más habilidosa que la proveniente del corazón.

 

A semejanza del texto, en el que se plantea un juego de intercambio entre los hermanos Li para engañar a los guardias, André da Loba, en sus ilustraciones, propone otro juego al lector: emplazándolo a recorrer —como si de un laberinto se tratase— las líneas con las que construye los personajes y sus acciones, en un desarrollo narrativo y visual que crece a lo largo de las páginas. Teniendo en cuenta el origen del cuento, se inspiró en el Tangram, puzzle antiguo chino que consta de siete piezas (cinco triángulos de diferentes formas, un cuadrado y un trapecio).

 

En este caso, el rompecabezas se construye de líneas que, a lo largo del libro, se cruzan y descruzan; unas veces siguen paralelas en estuario; otras se enfrentan entre ellas y van por caminos opuestos, para después sobreponerse en un encuentro estratégico. “Las líneas son la materia corpórea de este juego”, subraya este artista portugués.

 

De su universo creativo surgen resultados tan sorprendentes como Los siete hermanos chinos: una propuesta sintética, aparentemente sencilla, pero que tiene detrás una gran elaboración conceptual. Así, la paleta de colores seleccionada obedece a criterios de coherencia e intencionalidad. El resultado final: esquemas iconográficos desafiantes para el lector, que juega al juego de la lectura en un álbum que exige otra manera de mirar y de entender conceptos y abstracciones a través de la imagen.

 

Texto de Rodolfo Castro

Ilustraciones de André da Loba